Complices Divergentes
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Unidos por el amor, separados por la dictadura, reencontrados en el exilio. Esta es la historia de Nelly y Eddy

Nelly López y Eddy Castillo estuvieron unidos por más de 20 años, hasta que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo los encarceló durante 17 meses por razones políticas. Ambos fueron desterrados a Guatemala en septiembre de este año. ¿Cómo sobreviven a pesar de tener –casi– todo en contra?

Ilustración por Divergentes-

Nelly López, una de las 135 presas y presos políticos desterrados a Guatemala:

Llegamos al aeropuerto después de las tres de la mañana del cinco de septiembre. Bajamos de los buses para formarnos y subirnos al avión. Todas estábamos nerviosas, confundidas. Allí fue que vimos que también iban a desterrar a los presos políticos varones. 

Lo primero que hice fue preguntarle a los miembros del Ministerio del Interior que nos entregaron a los funcionarios norteamericanos, si entre esos presos que iban a ser desterrados estaba mi marido, Eddy Castillo. Uno de los policías me dijo que eso no me incumbía a mí. Yo le dije que sí, porque si él no estaba en la lista, yo no iba a aceptar ser desterrada. O nos íbamos juntos o nos quedamos.

A él también se lo llevaron el mismo día que me secuestraron a mí, el 15 de abril de 2023. Más de 20 años de vivir juntos y desde entonces no lo había visto. Los familiares que nos visitaban, por separado, me decían que él estaba bien, pero yo no sabía si lo decían para no preocuparme. 

El día que nos capturaron estábamos juntos en nuestra casa en Monimbó, Masaya, donde nacimos y vivimos hasta hace 17 meses, cuando llegaron a las 10 de la noche un montón de policías a poner patas arriba mi casa y mi vida. Ya estábamos acostados y entraron forzando la puerta, sin orden de captura. Ni sabían a quién andaban buscando, porque yo les preguntaba y no respondían. 

A todos los de la casa, incluida mi mamá y a los niños, nos pusieron de espalda contra la pared. Voltearon todas las cosas, la ropa, las sillas, las mesas, todo… se llevaron mis prendas de oro y de plata que tenía guardadas, y el pago de mi quincena que ese día me habían dado, porque yo trabajaba como supervisora en una tienda en Managua. Desde ese día no supe nada de mi familia ni de mi marido, que se lo llevaron también conmigo a la delegación policial del Distrito III de Managua. 

Nuestras dos hijas nos buscaron por todos lados, pero gracias a Dios que les dijeron rápido que estábamos en esa delegación, porque después nos dimos cuenta que otros familiares dilatan más para qué les den información sobre los detenidos. A algunos, incluso, nunca les dicen dónde los tienen. 

En esa estación policial nos entregaron el uniforme azul que le ponen a los presos. Pero estaba sucio, asqueroso, quién sabe de dónde lo sacaron. Tenía un tufo que hasta al día de hoy lo tengo impregnado en la nariz. En ese momento empezaron los días en la cárcel para mí y mi marido. 

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Las falsas acusaciones y el verdadero motivo del secuestro

Días después de la captura, Nelly Griselda López García, de 42 años de edad, fue señalada de tener pólvora “para desestabilizar al Gobierno”. Como no encontraron pruebas, luego fue acusada de que a través de su liderazgo de la Judea –una tradición católica en la que unos jóvenes recrean pasajes bíblicos a través de una actuación pública– organizaba a este grupo para un levantamiento contra el régimen de Ortega y Murillo en el barrio de Monimbó, en el departamento de Masaya.

El verdadero motivo de la detención fue que Nelly pertenecía a la Asociación Madres de Abril (AMA) –una organización que aglomera a los familiares de las víctimas fatales en las protestas antigubernamentales que iniciaron en Nicaragua en 2018–, desde donde exigía justicia por el asesinato de su sobrino Erick Antonio Jiménez López, de 34 años de edad, ocurrido el 17 de julio de 2018. Jiménez fue abatido de un tiro en el pecho perpetrado por las fuerzas represivas de la dictadura sandinista; dejó a un niño de siete años en la orfandad.

Nelly colaboró además con la Organización Víctimas de Abril (OVA), una asociación de denuncia contra las violaciones de derechos humanos perpetradas por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, y que también asiste a los familiares de las víctimas. Nelly conseguía apoyo económico, medicinas y útiles escolares para los familiares de las víctimas que lo necesitaran. 

Fueron procesados y condenados a seis años de prisión por el delito de “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional en concurso real con el delito de propagación de noticias falsas a través de la tecnología de la información y la comunicación en perjuicio del Estado de Nicaragua y la sociedad nicaragüense”. 

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Nelly y Eddy estuvieron separados 17 meses por la cárcel. Divergentes | Carlos Herrera

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Nelly:

En la cárcel del Distrito III de Managua, estuve incomunicada durante casi dos meses, entre el 15 de abril y el 10 de junio de 2023. Hacinada con otras presas, no miré el sol en todo ese tiempo. Cuando fuí trasladada al Sistema Penitenciario de Mujeres, me volvieron a encerrar casi totalmente. Alrededor sólo había cuatro paredes pintadas de blanco, y en una parte de arriba subieron un balde de agua para bañarnos. Pero como le daba directamente el sol, el agua siempre estaba caliente y nos quemó la piel. Después lo que hacía era guardar agua en botella, y cuando ya estaba fría con esa me bañaba o la bebía.

Yo estaba con una muchacha que tenía una hemorragia en sus partes íntimas que hasta el día de hoy no se le quita. Nosotros les decíamos a las guardias que ella necesitaba atención médica, y ellas sólo le daban ibuprofeno para aminorar el dolor y amoxicilina porque ellas suponían que tenía una infección. 

En esa celda aguantábamos el sol que nos empezaba a pegar desde las 11 de la mañana hasta las cinco de la tarde. Nos daba insolación, vómitos y dolores de cabeza. Estuvimos como tres meses ahí, hasta que nos trasladaron a otra celda, que era toda de metal, y por lo tanto, era más caliente. Se nos subía la presión, sentíamos que no podíamos respirar: un martirio. Peleamos para que nos abrieran una ventanita para que tan siquiera entrara un poquito de aire. 

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Las condiciones de Nelly y Eddy en los 17 meses en la cárcel

Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Nelly López recibió, en varias ocasiones, comida descompuestas que le generaron mayores complicaciones médicas. Sólo se le permitía una visita familiar por un tiempo aproximado de 45 minutos. Tuvo constantes crisis de parálisis facial, una patología preexistente, sin recibir atención médica. En la audiencia de juicio del 10 de junio de 2023, sufrió una de estas crisis, sin que las autoridades le brindaran atención médica.

Sufrió parálisis en distintas ocasiones, entre octubre y noviembre de 2023. También le surgieron nuevas enfermedades, como taquicardia y alteración de su menstruación. El 17 de diciembre sufrió una intoxicación alimentaria que le causó diarrea y desmayos. 

Eddy Castillo, su pareja, estuvo incomunicado entre el 15 de abril y el 10 de junio de 2023. Tampoco pudo ver el sol en todo ese tiempo. Según la CIDH, fue objeto de tortura psicológica: no lo dejaban dormir y lo despertaban de madrugada para llevarlo a los interrogatorios sobre su rol como opositor. Los agentes policiales le tocaban las rejas de madrugada para despertarlo con una tonfa (amansa-bolo) para así dejarlo dormir. 

Le enseñaban fotos de sus hijas, que le tomaban agentes policiales encubiertos, para mostrarle que las perseguían, y de esta manera causar zozobra y preocupación sobre la seguridad de ellas. En la cárcel La Modelo padeció de cuadros de fiebre y diarrea, y tampoco recibió atención médica ni le realizaron exámenes médicos. 

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A Nelly López le negaron el reasentaiento en Estados Unidos. Divergentes | Carlos Herrera

Todas las noches doblamos las rodillas y rezamos, porque yo soy bien católica. Pero las que eran evangélicas oraron. Así nos turnábamos. Todas pedíamos lo mismo: salir libres y que nuestros familiares estuvieran bien. 

Siempre fantaseamos con salir. Creímos que sería en diciembre de 2023, cuando desterraron a los sacerdotes que tenían presos. Pero como no nos sacaron en esa fecha, entonces pensamos que no seríamos desterradas, sino que el día que nos sacaran íbamos para la casa. 

Esa noche, el 4 de septiembre, estábamos ya acostadas, después de hacer las oraciones, cuando llegó la directora del penal gritando para reunirnos. Nos dijo que obedeciéramos sin preguntar: debíamos ponernos los uniformes y empacar el cepillo de dientes, jabón y champú y nada más. 

Eran las ocho de la noche y nos montaron a un bus para trasladarnos a distintas partes. En uno de esos lugares miramos que éramos 27 mujeres en total. Verificaron el nombre de cada una y ahí estaban los pasaportes de todas. Cuando volvimos a subir al bus, un funcionario, creo que estadounidense, nos dijo que habían llegado a un acuerdo con la dictadura para ser desterrados a Guatemala. 

Nos dijeron que la que quería aceptar se iba y la que no quería se quedaba en la cárcel. Yo acepté, y nos llevaron al aeropuerto. Ahí fue que pregunté por mi marido, Eddy Castillo. La única información que tenía de él era a través de los familiares que nos visitaban a ambos, o familiares de otros presos que nos hacían el favor de recopilar noticias del uno y del otro.

Yo estaba mal: tenía problemas estomacales y me dolía mucho el vientre. Era un dolor que me estaba matando. Creo que si hubiera pasado una semana más en la cárcel, me hubiera muerto. Yo les decía a mis niñas, cuando me llegaban a visitar, que no le dijeran nada de esto a su papá para que no se pusiera triste. Les pedía que le dijeran que estaba bien. Por eso yo siempre tenía la duda de si él estaba haciendo lo mismo conmigo para que no me preocupara. 

Los mensajes que él me enviaba era que debía ser fuerte, y que pasara lo que pasara, siempre íbamos a estar juntos. Me decía que nuestras hijas estaban afuera y nos necesitaban, porque estaban siendo “unas guerreras”. 

Cuando me enseñaron que él estaba en la lista de los desterrados me subí al avión, pero como era de las primeras, esperé hasta que llegara. Mis compañeras de celda lo vieron primero y me dijeron “ahí viene Eddy”, y yo no lo miraba, pero ellas me decían “ya lo vimos, no se preocupe”. 

Lo miré y esperé hasta que llegara porque no podía salir corriendo. Y cuando llegó, nos abrazamos y lloramos. Él me repetía “ya pasó todo, ya pasó todo”, y desde entonces estamos juntos. 

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Un grupo de presos políticos nicaragüenses, liberados y enviados a Guatemala, posan para EFE en Ciudad de Guatemala (Guatemala). EFE/ Danilo de Jesús Ramírez

En Guatemala han sido pláticas interminables para ponernos al día. Pero el calvario no terminó. Yo salí con un dolor insoportable en el vientre. Durante los primeros días no podía dormir, porque el dolor me levantaba. 

Las organizaciones que han estado a cargo del destierro, la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), nos dieron atención médica. A mí me revisaron y me diagnosticaron que tengo el colon irritable, pero lo más grave es que, como estuve 10 meses sin menstruación, se me formó una masa en el ovario derecho, lo tengo inflamado. 

Me he hecho una resonancia magnética y otros exámenes, de los que estoy esperando resultados. He estado comprando tratamiento para la enfermedad, con el poco dinero que nos dan (260 dólares) al mes para comprar comida y pagar la lavada de la ropa, porque el hostal donde nos ubicaron sólo tiene una cama y un baño. No se puede cocinar, y ni siquiera comer en la terraza del hostal, porque nos multan, así que solo pasamos encerrados en el cuarto. 

Nosotros lo perdimos todo: nos quitaron la nacionalidad y nos confiscaron. Lo poco que tenía de valor, en la casa, lo robaron cuando nos detuvieron. De modo que sólo tenemos las ayudas que nos dan las organizaciones. Porque nadie me ha dicho que puede ayudarme a comprar medicamentos para mi enfermedad. 

Eddy sigue conmigo en todo este proceso; ahora empujando mi silla de ruedas. 

Unos días antes de Navidad recibí otra mala noticia. El Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS, por sus siglas en inglés) me notificó que no soy elegible para el reasentamiento como refugiado y también me denegaron el permiso de permanencia temporal (parole). Entonces, ahora no sé qué hacer porque era mi esperanza empezar de cero. Ahora estoy en un limbo, porque no tengo ningún estatus migratorio, ni siquiera pasaporte nicaragüense. 

Tampoco tengo asegurada la atención médica, porque eso me lo estaba proporcionando la OIM. Me negaron el reasentamiento y ahora no sé cómo me van a atender. También nos van a trasladar a otro lugar, que parece que es un albergue, así que las condiciones pueden empeorar. 

Con Eddy tengo 23 años de estar juntos y si no nos casamos fue porque siempre tuve miedo de que nos pasara lo que a algunas parejas les pasa: se separan al poco tiempo del casamiento. No me arrepiento porque seguimos juntos, y ya llegará el momento de casarnos. Como dice el sacerdote: junto en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad… Y si seguimos juntos es porque Dios lo ha permitido. 

Es difícil que nos separemos. No vamos a decir que nos vamos a ir con otra persona o nos vamos a desamorar. Hemos vivido juntos, hemos vivido tanto y seguimos viviendo.


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