El miércoles 26 de febrero Rosario Murillo se autoproclamó como jefa de los paramilitares en Nicaragua. La copresidenta sandinista juramentó ese día a más de 30 000 “policías voluntarios”, bajo los calificativos de “guerrilleros” y “defensores” de la paz. Estos hombres y mujeres, que usaban pasamontañas para esconderse del escarnio público, quedaron autorizados en televisión nacional como un “cuerpo auxiliar de apoyo а la Policía Nacional”, para conformar el tercer grupo armado legal en el país.
Los “policías voluntarios” permanecieron de pie durante horas y sin posibilidad de tomar agua. Tampoco pudieron quitarse el pasamontañas, por más calor que hubiese en ese momento. Las tomas de la televisión oficial filmaron miradas cansadas y tostadas por el sol. Pero ninguno se quejó, al menos no en público.
Aunque el pasamontaña limitaba a los espectadores sobre quiénes podían ser los “policías voluntarios”, algunos perfiles en redes sociales expusieron a varios de estos. Desde una jueza de Matagalpa que juramentaron a inicios de febrero pasado, hasta empleados de instituciones públicas reconocidos por algunos de sus excompañeros de trabajo.
Los más de 30 mil encapuchados no fueron elegidos al azar. Meses atrás, el régimen sandinista ordenó a empleados públicos y fanáticos sandinistas pasar por un curso de supervivencia y entrenamiento policial en las montañas de Nicaragua.
DIVERGENTES publicó un reportaje en septiembre de 2024 sobre cómo la dictadura Ortega-Murillo, en coordinación con la Policía, secretarios políticos de las instituciones públicas y funcionarios del Ministerio del Interior, impusieron a empleados públicos la asistencia a campamentos militares, con el objetivo de estar “listos para un eventual golpe de Estado”.
Los funcionarios fueron internados en grupos a zonas montañosas, con acceso a poca agua, comida y sometidos a ejercicios pesados para “formar carácter”. “Algunos se marcharon del país por el temor de precisamente ser inscritos como un nuevo grupo armado. Otros se quedaron y decidieron integrarse a los “policías voluntarios”, explicó una fuente experta en temas de seguridad entrevistada para este artículo.
“El régimen Ortega-Murillo consolidó durante meses una tercera fuerza armada que responde esencialmente a Rosario Murillo. No sabemos si por la falta de liderazgo que tiene en la Policía, en la que ven a Daniel como único líder, o por cómo es vista en el Ejército, donde nunca la han querido por su autoritarismo. Lo concreto es que en este acto, ella se proclamó como la lideresa de los paramilitares”, añadió el experto.
Una fuente vinculada al alto mando del Ministerio del Interior agregó que si bien este tercer grupo armado aparenta tener un buen músculo, lo cierto es que es un tanto “volátil”, por lo que no augura una fidelidad extrema. Lo único palpable, es que dentro de los policías voluntarios existe un fuerte núcleo de aquellos con una voluntad de servir al régimen, tanto en los funcionarios públicos, como de los fanáticos orteguistas, que a cambio de prebendas aceptaron integrar a los policías voluntarios.
“Es un grupo en el que se sobrepone el servicio. Son funcionarios públicos que están en cargos de poder por orden de Murillo, jóvenes que conforman la JS (Juventud Sandinista), políticos de barrios, también indultados que están pagando el favor de salir de prisión. Y claro, empleados del Estado que aceptan el ‘voluntariado’ porque tienen que llevar el pan a su casa”, explicó la fuente del Ministerio del Interior.
DIVERGENTES entrevistó a algunos de estos encapuchados y realizó un pequeño perfil de cada uno. A través de sus testimonios, logramos identificar cuatro tipos, sobresaliendo los empleados públicos, militantes sandinistas, expresidiarios y paramilitares reales que fungieron como fuerza de choque de la dictadura en 2018, disparando a matar durante las protestas civiles, que dejaron más de 300 asesinados en el país.
El indultado

Adonis camina entre los matorrales buscando un conejo montés. Tiene más de media hora en la faena sin mayor resultado. Desde el otro lado del teléfono aguardamos pacientemente a que tome nuestra llamada tal y como acordamos cinco días atrás. El joven de 25 años finalmente descansa y nos saluda con entusiasmo. Pide disculpas por la tardanza…
“Yo le dije al tío que no había problemas, que le podía contar mi historia. Lo único es que no quiero que mencionen mi nombre, porque usted sabe que nos debemos al partido por todo lo que ha hecho con nosotros”, dice el joven originario de un municipio de Granada, a 42 kilómetros de la capital Managua.
Adonis es policía voluntario. Lo admite sin ningún tipo de complejo. Dice que está al servicio de la patria y de los presidentes, porque “ellos ordenan y se cumple”. La decisión de formar parte de los “guerrilleros de la paz” la tomó justo antes de firmar su orden de libertad en 2024. Sí, este joven es un expresidiario indultado por el régimen Ortega-Murillo, a pesar de tener una condena firme y solo haber cumplido uno de los cuatro años que iba a pasar en prisión.
De sus delitos Adonis no quiere hablar. Dice que ya cambió y que el régimen le ofreció una oportunidad, aunque condicionada. Para salir de prisión, tuvo que firmar una orden de conducta y comprometerse a ser policía voluntario. No se lo dijeron de esa forma, pero lo intuyó semanas después de estar en libertad.
“Yo salí de la cárcel gracias a Dios. Y a mi buen comportamiento. El Gobierno me ayudó y me dijo que me iban a dar seguimiento, porque yo podía ser un buen elemento. A las semanas, me contactó el secretario político de mi zona para decirme de unas prácticas especiales, y ya después me dijeron que iba a ser voluntario”, relató.
Esas prácticas especiales fueron los campamentos de entrenamientos que el régimen sandinista organizó junto a la Policía en zonas rurales del país para los empleados públicos. A diferencia de los funcionarios de Gobierno, Adonis se siente agradecido por la oportunidad, y con la esperanza de conseguir luego un trabajo. Cumplió con todo el “training” y esperó pacientemente su llamado.
Paralelamente comenzó a trabajar en la finca de un vecino, a quien él le dice tío de cariño. Gustavo, el hombre de 54 años que le dio trabajo, siempre le ha tenido estima. No valida los delitos por los que fue apresado, al contrario, siempre consideró necesario ese tipo de castigo, pero ahora que está libre, reconoce que ve un cambio.
“Siempre hay que dirigir a los más jóvenes. Yo creo que él puede caminar sin caer en lo mismo de antes. Lo único que no me gusta es ese amarre de policía voluntario que tiene. Usted sabe que esta gente no anda con cuentos, que pueden usarlo para cosas feas, pero esperemos que no sea así, que no lo metan a clavos”, insistió Gustavo, quien también solicitó el anonimato por seguridad.
El llamado de Adonis ocurrió finalmente a finales de enero y se ratificó en febrero, durante el juramento de los más de 30 mil policías voluntarios en Managua. Acudió desde Granada hasta Managua junto a otros expresidiarios y empleados públicos. Dijo reconocer a algunos de sus excompañeros que estuvieron en la misma galería carcelaria que él.
“Yo esto lo veo como una forma de cambio. No creo que sea malo apoyar a la Policía. Más ahora que hay tanta gente mala. Pueden decir que yo era malo, pero eso es un pasado, ahora ya soy otro. Y voy a hacer las cosas bien”, dice Adonis, quien divide su tiempo ahora como policía voluntario, con las faenas de jornalero en la finca del único vecino que no le teme y quien también le tiende la mano.
La plática con Adonis no se extiende más de doce minutos. Remarca que no lo identifiquemos porque sabe cómo funcionan las cosas en el país. Antes de colgar, le preguntamos qué opina sobre el origen de los policías voluntarios y su papel en el 2018, durante las protestas civiles en Nicaragua.
Adonis tarda en responder. Para ese entonces tenía 18 años y nos confiesa que marchó por la defensa de las pensiones de los “abuelitos”, pero después decidió no seguir porque todo se “politizó”.
“Es que en aquel momento todo lo que se hizo se hizo mal. Pero ya es otro tiempo, ya nada de eso se parece a lo que vivimos ahora. Yo voy a hacer las cosas bien porque cambié. Gracias por la entrevista”, afirmó el joven, quien acto seguido decidió cortar la comunicación.
Minutos después le escribimos por Whatsapp para entender si había existido alguna molestia por nuestra pregunta y respondió que todo estaba en orden, que se sintió un poco tensionado, pero que estaba bien publicar su historia.
El apasionado político

Dentro de los más de 30 000 policías voluntarios que juraron lealtad a Rosario Murillo el pasado 26 de febrero, había uno que lo hacía con devoción. Era Roberto, un intendente de una municipalidad del Gobierno Ortega-Murillo. Su alegría se debía a dos cosas: la primera, al sentimiento de responsabilidad que representa para él ser un policía voluntario, y la segunda, a la finalización del acto público.
“Hermanito, teníamos mediodía de estar de pie, sin agua, y ahí todo caretos con el sol y el viento. Yo respeto a la compañera, al comandante, y estoy orgulloso de ser parte de la Policía Voluntaria, pero también estaba rendido… llegué a mi casa después de las doce, pero creo que estuvo bien todo”, afirma Roberto a DIVERGENTES.
Roberto es un simpatizante sandinista que tiene casi cincuenta años. Aceptó hablar con dos condiciones: que se respete su anonimato y su versión del por qué decidió ser policía voluntario. Este medio de comunicación aceptó sus peticiones.
“Yo nací en un hogar sandinista”, dice con seguridad. “Y el único que siempre ha ayudado al pueblo es el Frente, nadie más”, continúa. Toda su vida Alberto ha trabajado para el Estado en distintas oficinas, y aunque dice que nunca ha recibido prebendas o beneficios como otros, asegura estar agradecido por su trabajo. Por tal motivo, cuando lo enviaron a “capacitarse” en las montañas y le informaron que podía ser policía voluntario, no dudó en aceptar.
El ofrecimiento llegó desde el secretario político de la municipalidad para la que trabaja. Le dijeron que tenía potencial para servir como cuerpo auxiliar de la Policía Nacional. Dice Alberto que al menos en su caso valoraron la fidelidad que le ha tenido al Gobierno, específicamente por nunca haber dejado de trabajar en el Estado. Y también por su trabajo “limpiando” las calles en el 2018.
Sobre ese trabajo no habla mucho. Solo menciona que no hizo nada malo y que los frutos se pueden notar en la tranquilidad que existe en el país actualmente.
“Yo soy de los que piensa que tenemos que servir al pueblo. Y por eso acepté trabajar con mis hermanos de la Policía, para que no se nos venga más violencia, más delitos… más oscuridad”, señala Alberto con un discurso calcado al que dicen los políticos de los barrios de Managua.
El intendente menciona que como él, hay muchos que están dentro de la policía voluntaria por servicio. En la municipalidad para la que trabaja la mayoría aceptó ir sin que les exigieran, y a los que se quedaron, supuestamente se les respetó su decisión.
“Tengo una compañera que es de otra área y le dijeron que fuera parte de los policías voluntarios pero dijo que no sentía el llamado por estar ahí, y el secretario político no le dijo nada, ni la amenazó así como dicen, y tampoco le exigieron o la chantajearon… ahí sigue trabajando, como todos”, finalizó.
El paramilitar de 2018

La primera vez que Daniel Ortega utilizó el término de policías voluntarios lo hizo para referirse a los paramilitares que atacaron las movilizaciones pacíficas en abril de 2018. En aquel entonces el dictador justificó la presencia de este grupo armado como un instrumento adicional de la opción la Policía Nacional para ejecutar las violentas “operaciones limpieza” en todo el territorio nacional.
Los hombres a los que Ortega identificó como policías voluntarios vestían camisas azules, cargaban armas de guerra y llevaban pasamontañas. Los organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos los reconocieron como paramilitares, por ser una fuerza armada irregular que no estaba reconocida en la Constitución Política de Nicaragua.
“Los paramilitares no dejaron de existir aunque el régimen controlara la rebelión pacífica de abril. Algunos fueron relegados a otras funciones en distintas oficinas de Gobierno. Ahí se quedaron, hasta que este año otra vez fueron llamados”, explicó el experto en seguridad entrevistado para este artículo.
Según el especialista, tarde o temprano el régimen sandinista iba a legalizar la figura de los paramilitares para que estos funcionaran amparados en la Constitución. Si bien no con el mismo nombre, pero sí bajo la sombrilla de policías voluntarios que el orteguismo utilizó con aplomo desde 2018.
DIVERGENTES preguntó a la fuente vinculada al Ministerio del Interior sobre el regreso de los paramilitares a la vida pública, pero esta vez bajo un paraje legal. El alto funcionario explicó que la mayoría de los que sirvieron en 2018 continúan haciéndolo aunque en un bajo perfil.
“La juramentación de los policías voluntarios es un reconocimiento a los que estuvieron fieles desde antes de 2018 y posterior a ese año. Ahora no están todos los que fueron enlistados en aquel momento, el número disminuyó, pero sí, continúan a la espera de que se les ordene tal y como ocurrió en Abril”, afirmó la alta fuente vinculada al Ministerio del Interior.
DIVERGENTES intentó contactar a uno de los cientos de ciudadanos encapuchados que participaron en la operación limpieza de 2018 y que había sido entrevistado previamente para otros reportajes publicados en este medio. Aunque atendió nuestra llamada, señaló que no estaba interesado en contar su historia por motivos de seguridad.
“Los policías voluntarios no solo lo conforman empleados públicos, también hay JS, personas que estuvieron presas, y fanáticos del FSLN. Son un grupo segmentado que no va a estar en la calle como la Policía, pero que en cualquier momento puede repeler un intento de protesta o denuncia en cualquier parte del País”, señaló el experto en seguridad, quien agregó que ahora este cuerpo armado tiene más acceso a información que antes, pues incluyeron en sus listas a militantes que hacen labores de investigación en los barrios de cada municipio del país.
El rezador

El 5 de marzo de 2025, DIVERGENTES publicó el primer perfil de uno de los encapuchados que formó parte del ejército de pasamontañas que Rosario Murillo juramentó en febrero. Se trató de la historia de Justino, un funcionario público que no quería formar parte del cuerpo de paramilitares de la dictadura sandinista, pero fue obligado.
Justino, quien pidió ser llamado así para resguardar su seguridad, trabaja como secretario en una institución pública. Él contó que nunca lo habían convocado para estas labores paramilitares, hasta el 25 de febrero, cuando recibió una llamada de un secretario político del Frente Sandinista que no conoce: “Que me presentara a las cinco de la mañana a un punto determinado con mi cédula en mano y la siguiente vestimenta: pantalón negro, zapatos negros y camiseta blanca”, dijo.
En este perfil se explica cómo los empleados públicos convocados a estos campamentos militares obligatorios son, en su mayoría, el funcionariado más bajo del escalafón de las instituciones: choferes, vigilantes, camilleros, conserjes… Un marcado tinte clasista en esta convocatoria sandinista, ya que funcionarios de nivel medio y alto no han sido llamados a jurar como paramilitares.
Justino nos confesó que para encontrar sosiego en medio de ese acto cargado de intimidación orquestado por el régimen, rezó la oración de exorcismo de Sor María Romero que se sabe de memoria. Él, igual que los demás casos revelados en este reporte especial, incluso aquellos que comulgan con la dictadura sandinista, son víctimas de un sistema que empuja a los nicaragüenses a convivir en ecosistemas sociales violentos y peligrosos para todos, sin importar la ideología política.