Complices Divergentes
Complices Divergentes

Manuel Orozco
21 de abril 2025

Entre hacer oposición y ser opositor en Nicaragua


La crítica a la llamada oposición nicaragüense generalmente tilda a los opositores de ser inútiles o divididos. De carecer en capacidad de confrontar a la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.  La crítica incluye insultos contra los que quisieron ser precandidatos presidenciales, comentarios sobre un oportunismo monetario e ideológico o ataques sobre su narcisismo político. Estas críticas reflejan una frustración ante la impotencia de no lograr un cambio político que incluya el cambio de gobierno en Nicaragua. 

A siete años, el país carece de un (o unos) interlocutor democrático organizado, legítimo y representativo que se pueda denominar bloque opositor y, más bien, lo que existe dentro del entorno cívico democrático es un conglomerado social de personas que carecen de efectividad política y reconocimiento público nacional, internacional y transnacional–aparte de sus pequeños círculos concéntricos (o egocéntricos).  El cambio político depende de más de un factor y del peso de los mismos, como el peso político de un movimiento democrático, la presión internacional, el tipo de estabilidad económica y la cohesión del círculo de poder. En este sentido, una cosa es ser opositor y otra es hacer oposición.

Los pesos que no van a favor de la oposición política

Nicaragua se enfrenta con muchos retos políticos en medio de tanta dictadura.  Primero, el movimiento opositor actual es producto de un andamiaje estratégico de la dictadura, que logró acumular el monopolio casi absoluto del proceso político. El régimen tiene cerrados la mayoría de los espacios tradicionales de movilización política, sea por expulsión, encarcelamiento, intimidación o cooptación.  A siete años de la rebelión de abril, han perfeccionado el uso de la fuerza.

Desafortunadamente, el poder dictatorial es exageradamente grande, a pesar de que no cuenta con apoyo popular. La dictadura “copresidencial” cuenta con un peso de fuerza que previene al pueblo de diferenciarse de la dictadura y se acomodan a vivir en silencio, a entretenerse sin hablar de política y a evitar la confrontación.  

La presión internacional, por otro lado, le había dado a Nicaragua su momento de gloria en al menos dos momentos claves: la crisis de abril 2018 a marzo 2019, y la crisis del encarcelamiento y radicalización, entre julio 2021 y febrero 2023.  En la medida que los conflictos internacionales se acentuaron en el mundo, Nicaragua bajó de primer plano, y los grupos cívicos perdieron el momentum de movilización conjunta con propuestas de transición efectivas. 

El clima político internacional ha cambiado de una forma que ha generado incertidumbre dentro del entorno democrático global de si, por ejemplo, el gobierno de Donald Trump actuará sobre las dictaduras prevalecientes… de si la Unión Europea asumirá un mayor liderazgo dentro de la comunidad de democracias. Este es un factor exógeno que hasta desmotiva a los grupos cívicos de cómo actuar, los ha paralizado con la mente en blanco, mientras los represores continúan haciendo de las suyas.

Finalmente, otro factor que no se menciona mucho es el del sector privado, de la élite económica nicaragüense. A esa élite se le acusa de ser cómplice del régimen, de hacer riqueza a expensas del pueblo y en relación con la dictadura. También de no tener el coraje de darle la cara a la dictadura.  El resultado es que los empresarios del gran capital oyen lo que dicen de ellos y se apartan de todo lo que sea ‘político’, ‘opositor’ y calculan el riesgo de mantener cualquier vínculo con estos críticos. Calculan los efectos represivos que la dictadura puede ejercer sobre ellos, desde expulsarlos o no dejarlos entrar al país, a confiscarles propiedades, encarcelarlos, a meterles más impuestos a sus negocios o dejarlos fuera de cualquier ‘favor’ que les otorguen.  

Ya todo eso les ha pasado a cienes de empresarios, ¿por qué meterse en política entonces? Nadie cuenta con la soberbia moral de sentirse por encima de las decisiones de estos empresarios y acusarlos de ser cómplices de la dictadura. Por muy fácil que sea criticarlos superficialmente, no es fácil generar trabajo, negocios y aguantarse una dictadura en Nicaragua que está vigilando todos los movimientos las 24 horas y 7 días de la semana.

Cuestiones endógenas para hacer oposición 

Entre hacer oposición y ser opositor en Nicaragua

Ciertamente hay factores intrínsecos al movimiento cívico que han hecho muy difícil contar con un grupo cívico democrático organizado, que tenga capacidad y reconocimiento para hacer oposición política. Estos factores tienen menos que ver con las opiniones abonadas a cuenta propia por los ‘críticos’ en las redes sociales (que, por cierto, los que más alboroto hacen son los que menos peso tienen y contribución a la causa democrática han dado).  

Lo endógeno tiene que ver con la salud política del movimiento democrático Nicaragüense, y este se enfrenta con al menos cinco ‘demonios’: 

  • Ser heredero de una cultura política atomizante 
  • Contar con dirigentes con soberbia intelectual que desatiende los riesgos y oportunidades de acción
  • Enfrentarse con limitaciones materiales que incluyen acceso a financiamiento e infraestructura operativa
  • Vivir en una desconexión entre lo local y lo transnacional
  • Y tener un liderazgo que subordina ciertas prioridades de legitimidad y representatividad sobre consideraciones más arbitrarias de lo que ellos creen es lo que los hace líderes. 

La cultura política nicaragüense ha sufrido históricamente de un comportamiento excluyente que previene a quienes quieren ser parte de un movimiento político de confiar en otros como ellos.  La desconfianza se apoya en anécdotas, chismes, comentarios de terceros que les hace descalificar a cualquier otro con intención política. La desconfianza se asienta muchas veces ante la inseguridad de contar con el capital político que les haga mostrar su peso real.  

Al final, cada uno termina por su lado, desconfiando del otro, y como consecuencia se disuelven eventualmente hasta reaparecer con otro nombre y mantenerse atomizados y sin efectuar acciones concretas. Es como un círculo vicioso ausente de resultados.

Acompañado a esa situación se presenta el reto que quienes conformen en un grupo cívico, y muy tempranamente se autodenominen ‘oposición’, niegan la necesidad de contar de inteligencia política como un componente vital para poseer una organización, comunicación y estrategia política exitosa. Existe entre las organizaciones un tanto de soberbia intelectual que cree en el “yo sé qué es lo que se necesita hacer”, y descartan el poder de la ciencia, el método y las reglas como los andamios que sostienen la idea del cambio político.  

El resultado termina en que de las siete o más oportunidades que han sucedido para golpear a la dictadura (entre muertes de líderes y personajes históricos, acciones ilegales de la dictadura acompañadas de condenas internacionales, o presiones externas puntuales) se han perdido ante la inacción o la ineficiencia en cómo abordar metódica y estratégicamente esta dictadura. El ego y la inseguridad prevalece sobre la lectura crítica necesaria para efectuar resistencia política.

Pero aparte de estas dos limitaciones, no se puede subestimar que ningún grupo cívico existente tiene los recursos materiales necesarios para sostener una organización y movimiento político que cuente con capacidad de acción.  Esto en parte se debe a que el liderazgo asume que sólo puede contar con un tipo de apoyo, la cooperación internacional, y desconoce la contribución de otros actores y terminan dependiendo de lo que un donante ofrezca. También refleja cierta inexperiencia política en cómo obtener financiamiento para una lucha política de largo plazo, y los que tienen esa experiencia se quedan calladitos sin contarle a nadie para que no les roben “el volado”.  

Lamentablemente, algunas de estas situaciones reflejan un fuerte divorcio de liderazgo con actores que pueden contribuir a dar legitimidad y representatividad en el ecosistema político económico. Este divorcio no se debe al tema atomizante de la cultura política, sino a una desconecte intencional de estos coordinadores con actores claves con los que se podría forjar puentes, ya sea la élite económica, la gente de la calle, los disidentes dentro del círculo de poder que no quieren ser purgados o no quieren seguir con la dictadura, u otros líderes sociales.  

Al final, la gente de la calle en Nicaragua ya no reconoce a los exiliados y muchos excarcelados como líderes actuales sino como parte de un periódico de ayer. Los nicaragüenses están queriendo ver acción política más que fotos en los medios sociales.

Nada de esto es desconocido, pero tampoco es reconocido como factores que debilitan a las agrupaciones como actores con efectividad política.  

Sin embargo, autocrítica aparte, es injusto e incorrecto mandarlos al carajo y tirarlos a la basura porque “no sirven para nada”. Por muy paradójico que parezca, la mayoría de estas personas son gente decente y entregada a una causa democrática, y no andan detrás del dinero, como suele decirse. Así es y quienes digan lo contrario lo hacen por envidia, resentimiento o simplemente porque no le gusta fulano, fulana y usan excusas de ser “MRS, Sandinista, u oportunista”.

Algunas posibilidades de hacer oposición mientras el declive dictatorial continua

Entre hacer oposición y ser opositor en Nicaragua
Ortega y Murillo se recetan un año más en copresidencia.

La debilidad de la dictadura sigue creciendo, pero la inercia de su declive no es saludable para Nicaragua en tres o cuatro años.  Es importante que los grupos cívicos y los líderes piensen acelerar y anticipar los pasos que hará Rosario Murillo en 2025. Y el siguiente y prepararse. Hay respuestas para mejorar la debilidad y vulnerabilidad de los grupos cívicos que quieren un cambio democrático.  

La primera, y que toca el ego de ellos, es creerse en qué consiste apostarle a la democracia. Muchos carecen de una clara noción de lo que se requiere para montar una democracia. La segunda respuesta es operativa: consiste en transformar sus acciones y sus coordinaciones de manera funcional para apoyar un futuro liderazgo dentro del país.  

Es decir, organizarse en función de apoyar a un actor dentro de Nicaragua, montar toda la infraestructura política para ellos. Hay que echarle caspa a esto, no es cuestión de rechazar la oferta de entrada. Hay en Nicaragua empresarios, gremios sociales, notables y disidentes a los que se les puede ayudar a montar un caballo de troya para desarticular la dictadura. Esto implica asumir un rol de subordinados, de resistencia política interna para el líder que se apoye dentro de Nicaragua: el líder ya no puede ser un exiliado o excarcelado. A los nicaragüenses no les interesa eso. 

Finalmente, estos grupos pueden coincidir en desarrollar una estrategia de resistencia política que vaya a la calle con esfuerzos desmoralizantes de la dictadura de manera que puedan precipitar sus intenciones de continuidad en una desconfianza en su propio poder represivo. Aunque muchos de los involucrados en el grupo cívico creen que para montar una resistencia política es necesario contar con recursos materiales, el punto de partida empieza con el inventario a mano de lo que hay y con lo que se cuenta… y no es con viajes y reuniones, con talleres y congresos. La resistencia se hace con mecanismos de resistencia política aplicables a sociedades altamente reprimidas.  

Esas posibilidades son importantes en momentos en que la vulnerabilidad de la dictadura está aumentando, ya sea porque cuenta con menos operadores, con menos riqueza para distribuir lo que roban, o con menos respeto internacional y popular.  

Dentro de este entorno, los grupos pueden coincidir, sin tener que ‘unirse’ (una de las nociones que todos los grupos apoyan, la unidad, siempre y cuando ellos sean el líder, por lo que la rechazan cuando ven que todos reúnen los mismos criterios a los que ellos tienen) en identificar una hoja de ruta, acompañada con tiempos y acciones y resultados emblemáticos. El primer resultado es el de ganarse el reconocimiento nacional e internacional de ser un grupo democrático, en vez de presentarse como tal y pedirle al mundo y al pueblo que les crean que son la única opción.

ESCRIBE

Manuel Orozco

Manuel Orozco es director del programa de Migración, Remesas y Desarrollo del Diálogo Interamericano. También, es miembro principal del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard y asesor principal del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola. Ha llevado a cabo una amplia investigación, análisis de políticas y promoción de temas relacionados con los flujos globales de remesas, así como con la migración y el desarrollo en todo el mundo. Es presidente de Centroamérica y el Caribe en el Instituto del Servicio Exterior de EE.UU. e investigador principal del Instituto para el Estudio de la Migración Internacional en la Universidad de Georgetown. Orozco testifica con frecuencia ante el Congreso y ha hablado ante las Naciones Unidas.